I am fascinated by how the narrative of history shifted at the beginning and at the end of the Soviet Union. In both instances, although the story of the past changed, the format for curating, exhibiting, and framing history was the same as before: the same museum cases in the same museums. How is it possible that we can easily accept and adopt a radical change in narrative by only placing a new history in a familiar exhibition format that we consider credible? History alone, accumulated in documents, artifacts, stories, and images does not have much weight in and of itself—it is only a collection. But when we frame these objects and stories in display cases within museums, they become transformed, assuming the weight of ‘historical truth’ that they might not otherwise have.
I have been interested in how exhibition design and exhibition cases carry an authority that encourages the viewer to believe the version of the past presented. The power of framing the past is not only evident in the radical changes in the course of Soviet history, it can also be seen when traveling to history museums in other countries with opposing historical narratives, or in the instances when it is discovered that what was a revered relic of the past is in fact a fraud.
For the series Goodbye to All That I made replicas of museum furniture from the Soviet Union and Russian International Exhibitions. But instead of making exact replicas in wood, I made them in fabric in order to call attention to the otherwise fragile narratives that museum furniture supports. At the same time, I realized that the limp fabric pieces could easily look like protest banners if they were carried aloft by their legs. I like the idea of making an object that not only personifies the malleability of our historical narratives but also echoes the place where new histories are established: in the streets, in protests.
My series takes its title from an essay by the English historian Eric Hobswambs in which he talks about the lasting implications of the fall of the Soviet Union from both the perspective of the historian and through the eyes of an ardent believer in the promises of socialism. In his writing he investigates his own confusion and disappointment for loosing the historical narrative that formed and guided his personal and professional life.
What guides us when there is such a radical change in the narrative of the past? What does it mean to no longer have an alternative credible history that challenges the history of the West or of Capitalism? What is the past when the predominant histories, those framed in museum cases, have been discredited?
In addition, Hobswambs’ essay, written in 1990, marks a historical point in which the facts, documents, and artifacts of the Soviet Union’s past were taken out of the museums and removed from their exhibition cases. In this moment the old history and its objects were no longer creditable, yet they still had not been relegated to the archives because the archivists couldn’t agree on what should be preserved and what should be thrown away. In this moment the past was floating between history and oblivion waiting for a new narrative that could collect it all, order it, and re-frame it in the same vitrines and museum cases as before but with a new meaning.
Me fascina cómo la narrativa de la historia ha cambiado al principio y al final de la Unión Soviética. En ambos casos, a pesar de que la historia del pasado cambió, el formato de curaduría, exhibición, y enmarcado de la historia fue generalmente el mismo que el anterior: las mismas vitrinas en los mismos museos. ¿Cómo es posible que podamos aceptar y adoptar tan fácilmente un cambio radical en la narrativa al simplemente colocar una nueva historia en un formato de exhibición familiar que consideramos creíble? La historia sola, acumulada en documentos, artefactos, historias e imágenes no tiene mucho peso en sí y por sí misma —es sólo una colección. Pero cuando enmarcamos esos objetos e historias y desplegamos vitrinas en los museos, se transforman, asumiendo el peso de la “verdad histórica” que quizá no tengan de otro modo.
He estado interesada en cómo el diseño de exhibición y las vitrinas de exhibición transportan una autoridad que anima al espectador a creer la versión del pasado presentada. El poder del enmarcado del pasado no es sólo evidente en los cambios radicales en el curso de la historia soviética, también puede observarse al viajar a los museos de historia en otros países con narrativas históricas opuestas, o en los casos en que se descubre que aquello que era una reliquia venerada del pasado es, de hecho, un fraude.
Para la serie Goodbye to All That hice réplicas del mobiliario museístico de las exhibiciones internacionales de la Rusia y la Unión Soviética del pasado siglo XX. Pero en lugar de crear réplicas exactas en madera, hice piezas en tela, con el fin de llamar la atención sobre la fragilidad de las narrativas en contraste con el mobiliario que las contiene. Al mismo tiempo, comprendí que las extremidades de las piezas de tela pueden fácilmente pasar por banderas de protesta si son cargadas por lo alto sosteniéndolas de sus patas. Por lo tanto, el trabajo no sólo personifica la maleabilidad de nuestras narrativas históricas sino también hace referencia al lugar en el que nuevas historias son establecidas: en las calles, en las protestas.
El título de mi serie proviene de un ensayo del historiador inglés Eric Hobswambs en el cuál él habla acerca de la duración de las implicaciones de la caída de la Unión Soviética, tanto desde su perspectiva de historiador como a través de los ojos de un fervoroso creyente en las promesas del socialismo. En su escrito investiga su propia confusión y decepción por perder la narrativa histórica que formó y guió su vida personal y profesional.
¿Qué nos guía cuando hay un cambio tan radical en la narrativa del pasado? ¿Qué significa no tener más una historia alternativa creíble que rete la historia de Occidente o del capitalismo? ¿Cuál es el pasado cuando las historias predominantes, aquellas enmarcadas en las vitrinas de los museos, han sido desacreditadas?
Además, el ensayo de Hobswambs escrito en 1990, marca un punto histórico en el que los hechos, documentos y artefactos del pasado de la Unión Soviética fueron retirados de los museos y removidos de sus vitrinas de exhibición. En ese momento la vieja historia y sus objetos ya no eran creíbles, y aún no habían sido relegados a los archivos porque los archivistas no podían ponerse de acuerdo en qué debía ser preservado y qué debía ser desechado. En ese momento el pasado estaba flotando entre la historia y el olvido, esperando por una nueva narrativa que pudiera colectarlo, ordenarlo, y reenmarcarlo en las mismas vitrinas y estuches de los museos pero con un nuevo significado.